Ahora más que
nunca necesitamos serenarnos, reflexionar sobre lo sucedido en el atentado de
Barcelona y buscar una solución a la situación existente.
En caliente se
piensan y se dicen muchas cosas. Y no siempre se es coherente.
No nos podemos
dejar llevar por la rabia y la impotencia que sentimos ante estos salvajes
asesinatos cometidos por asesinos. Hay que analizar dónde se encuentra el
problema de base, para atajarlo.
La educación
desde la escuela es un factor primordial para evitar que en un futuro, el niño
o adolescente, se convierta en un fanático radical.
Los adultos
debemos dar ejemplo a los más jóvenes, y éste debe ser un ejemplo de
tolerancia, de respeto y de solidaridad.
Hoy día no se
tolera, ni se respeta, ni se es solidario en las causas que se debería ser.
Es cierto que se
están cometiendo muchas injusticias a todos los niveles: parados de larga
duración sin ningún tipo de ayudas, niños que no pueden ser alimentados
convenientemente por sus padres, ancianos que no son atendidos como se merecen,
leyes de ayudas sociales que no se cumplen, y muchas cosas más que no se
incluyen en esta larga lista.
Y también es
cierto que la ciudadanía española no percibe las mismas ayudas que otros
colectivos no nativos del país, quienes, por el único hecho de serlo, parecen
tener privilegios sobre el resto de ciudadanos.
Estos hechos, hacen que el ciudadano de a pie, el que no tiene trabajo, el que
no llega a final de mes, el que no percibe ningún tipo de ayudas, se sienta
engañado y estafado por las Administraciones públicas. Quienes parecen estar
más interesadas en dar una imagen de solidaridad con los de fuera que servir y
ayudar a los propios españoles.
Si a todo esto
añadimos los atentados terroristas, no es muy difícil entender el enfado de una
gran parte de ciudadanos que ven como no reciben el trato que se merecen y al
que tienen derecho.
No se puede
juzgar a todo un colectivo o etnia por los actos de unos pocos, pero si se debe
exigir al resto de los colectivos implicados que actúen, que rechacen los actos
terroristas, que denuncien a los radicales y en definitiva, que se integren en
la sociedad en la que viven.
Por eso, ahora
más que nunca, es el momento de actuar. Los colectivos, por un lado, junto a la
sociedad en la que desean vivir, denunciando a los radicales fanáticos y, las
Administraciones públicas, actuando eficazmente en el control de los sujetos
potencialmente peligrosos, así como equitativamente con los ciudadanos
españoles que necesitan de las mismas ayudas que se les otorgan a los foráneos,
ya que, de no ser así, se estará produciendo un agravio comparativo que no hace
sino que provocar malestar, enfrentamientos y rechazo a dichos colectivos que,
de manera sutil, acaban siendo los únicos que parecen beneficiarse de las
ayudas sociales.
Sé que estos
temas siempre resultan polémicos, pues se tiende a dar una imagen “políticamente
correcta” cuando se trata de dar una imagen pública, tal como llevan a cabo la
clase política. Pero esta clase política parece olvidarse de que quienes les
votan son los ciudadanos con derecho a voto, es decir, la mayoría de esos españoles
que no son atendidos.
Esta sociedad no
necesita políticos hipócritas, tal como parece ser en la mayoría de casos, sino
a políticos que sean buenos gestores, o ni siquiera políticos (eso sería lo
ideal, que no hubiese políticos), sino profesionales honestos y expertos en
cada una de las diferentes áreas de las administraciones públicas.
Pero mientras
tanto la ciudadanía toma consciencia de estos hechos, será ésta la que deberá
actuar en consecuencia, buscando las soluciones que los políticos no desean
buscar. Siempre desde la tolerancia, el respeto y la solidaridad en todos los
casos.
Se está diciendo
en las redes y otros medios, que los inmigrantes son los que están realizando
los trabajos que los españoles no quieren realizar. Esto no es así en la mayoría
de los casos. Quizás pudiera haber sido en otros años atrás… y no creo
equivocarme si retrocedo en más de 10 años. Y no es porque los españoles no los
quisieran realizar, sino porque los empresarios vieron en la explotación de los
inmigrantes la gran oportunidad de obtener mayores beneficios que con
trabajadores españoles, que tienen una mayor cualificación laboral y por
consiguiente, un salario más acorde a su cualificación.
Actualmente, los
españoles en paro de larga duración, no tienen manera de competir por un puesto
de trabajo donde puede estar un inmigrante, por la sencilla razón de que el
inmigrante seguirá en dicho puesto durante todo el tiempo que decida el
empresario o empleador, mientras que el trabajador español con una mayor
cualificación, buscará un puesto de trabajo acorde a su categoría profesional o
cualificación y por tanto, con un salario digno que le permita poder vivir
dignamente.
Ya sé que
algunos me van a criticar, pero lo que acabo de exponer son hechos reales
contrastados a diario. He visto y conozco a varias personas en paro que han
buscado trabajo que estaba muy por debajo de su categoría profesional o
cualificación, y son rechazados sistemáticamente por los motivos ya comentados.
Todo ello sin contar con que, al no
tener personas a su cargo por ser solteros, no reciben ningún tipo de ayuda.
Y es aquí donde
entra la responsabilidad de todos: de los trabajadores, de los empresarios y de
la Administración. Sí, ya sé que algunos me dirán que me he olvidado de los
sindicatos… No, no me he olvidado, es que para el caso es como si no
existieran, o en todo caso son una extensión más de los gobiernos nefastos que
nos han llevado a la situación actual.
Así que, viendo
el panorama actual, sólo nos queda reflexionar y decidir qué es lo que queremos
para nosotros, nuestros hijos y nietos, porque si no se actúa con decisión y
con coherencia, la situación va a ir de mal en peor.
José Luis
Giménez