lunes, 6 de febrero de 2017

El Gran Secreto al descubierto: “El miedo en la selva social y el invento de la propiedad”.


Cuando la situación y la supervivencia personal se torna difícil y complicada, se suele culpar a la falta de poder en todas sus facetas; es decir, a la falta de poder económico o de poder social. Por lo que la posible solución para el necesitado, se presenta en la capacidad de obtener ingresos mediante el trabajo, o de generarlos de cualquier otra manera posible.

Pero cuando el sistema social está organizado de manera que el individuo necesite de un trabajo, para obtener ingresos y así poder subsistir, todo se basa en la voluntad del poderoso, es decir, del que posee dinero o la facultad de generarlo de cualquiera de las formas imaginables, para que mediante el tiempo y el trabajo dedicado por el empleado (trabajador), éste pueda percibir el pago acordado, y que en ningún caso, se ajusta a una equilibrada compensación, sino que en el caso del trabajador o empleado, dependerá de la oferta y la demanda, por lo que su tiempo y trabajo será ínfimamente valorado por el empleador o poderoso económico de turno siempre que la situación de la oferta y demanda le permita “adquirir” mano de obra más barata; por lo que sus beneficios serán mayores.


Y esta situación, descrita  de esta manera tan críptica, es la que va a condicionar la vida de cualquier individuo perteneciente a la sociedad actual, llamada también sociedad de consumo, pues está basada en el consumo y en la acumulación de poder y riquezas, y no en cubrir las necesidades básicas de todos y cada uno de sus integrantes con el mínimo esfuerzo. Por lo que bien podríamos definir a nuestra sociedad actual como una “selva social”.

Y digo selva social porque, tal como sucede en la selva de cualquier continente con animales salvajes, es la ley del más fuerte la que impera. Por lo que el depredador no va a permitir que su principal fuente de alimentación (llámese ingresos generados por los trabajadores) pueda eludirlo, anularlo o incluso eliminarlo, utilizando algún tipo de artimaña; o incluso algo peor para los poderosos depredadores, lo que sucedería al unirse todos los animales de la selva para hacer que los depredadores abandonen ese hábitat y les dejen vivir en paz y de forma digna, sin tener que ver peligrar su vida, ni la de sus vástagos o congéneres y amigos; ni pasar hambre, o frío o enfermedades que sin la atención debida resultan mortales.  

Es por eso que, el poderoso depredador, consciente de que su situación puede dar un giro brusco, en el momento en que el individuo tome consciencia de su verdadera situación y del poder que tiene en unión con el resto de individuos subyugados a los poderosos depredadores, decide crear un arma que evite tal cambio de situación. Esa arma tan terrible se conoce con el nombre de MIEDO.

Los poderosos depredadores utilizan el miedo para mantener a los individuos a raya. Para que a ninguno se le ocurra plantarles cara o enfrentárseles, y mucho menos permitirles que se organicen y hagan fuerza con su unión, lo que sin duda sería el fin de los poderosos depredadores.

El miedo se consigue fácilmente; bastará con hacer que la oferta de trabajo sea insuficiente para la demanda del mismo por parte de los individuos trabajadores, provocando una competencia cruel y desleal entre ellos mismos, para conseguir la gracia del poderoso depredador que lo ha elegido a él (el trabajador) y lo ha contratado para que sea su fuente de ingresos. A la vez, se cuida de que ningún individuo trabajador, o aún peor y más cruel, un individuo no empleado (un parado), perciba los ingresos suficientes para sobrevivir dignamente, por lo que se verá obligado a mendigar al poderoso depredador para que le deje recoger del suelo las migas de pan que se han caído de su mesa. Pero como eso no es suficiente, de vez en cuando, hay que dejar que unos cuantos individuos desempleados y muy acuciados, tengan un final cruel y despiadado. Si es posible que mueran de hambre, de frío o se suiciden porque no pueden resistir la presión y el estrés al que son sometidos, ya que no perciben ningún tipo de ayuda; ni física, psíquica, ni mucho menos económica.

Es entonces cuando esa monstruosa arma llamada miedo actúa con mayor eficacia. Ningún individuo trabajador o desahuciado va a querer verse en dicha situación, por lo que aceptará todas las condiciones a las que sea sometido por su poderoso depredador “personal”, a fin de seguir siendo parte de ese grupo de individuos privilegiados, que son explotados a cambio de permitirles sobrevivir sin demasiadas penurias.

Pero de igual manera que existen las armas destructivas, también existen las contra-armas. En este caso, contra el arma del miedo, sólo cabe una acción posible; y esta es el DESAPEGO por todo lo material.

Sólo cuando no existe apego por las cosas materiales, éstas dejan de tener importancia. El concepto de propiedad se inventó precisamente para evitar ese desapego por lo material. Si el individuo siente desapego por todo lo material, el poderoso depredador no tendrá a su disposición el arma del miedo, pues el individuo ya no tendrá miedo a perder nada, pues quien nada posee, nada puede perder.

¿Alguien ha pensado alguna vez en cómo habría sido el primer momento en que a alguien se le ocurrió decir que tal montaña, o río, o valle o tierras eran suyas...? ¿A cuento de qué justificaría que todo lo que quisiera nombrar era suyo...?

Las montañas, los ríos, los valles, la tierra, el mar... todo lo que existe en nuestro planeta Tierra NO ES DE NADIE. Ya existía millones de años antes de que apareciese el hombre en la Tierra. Pero a algún “listillo” se le ocurrió decir que todo aquello o parte de todo era suyo... que se lo había “dado” su Dios, o que lo había ganado en una gran batalla contra otros hombres que habitaban aquellos lugares.

Este fue el gran invento de los primeros poderosos depredadores. El segundo fue el miedo.

Ahora, cualquier pobre individuo, ya sea trabajador, desempleado o desahuciado, cree ser poseedor de ciertas propiedades; llámese vehículos, casas, ropas, dinero, etc. Pero en realidad no poseen nada. Por muy pequeña que sea dicha propiedad, en realidad no le pertenece, pues tiene que pagar el impuesto correspondiente que su poderoso depredador le ha asignado para que pueda conservar dicha propiedad, ya que de no hacer efectivo dicho pago de impuesto, “su” propiedad le será embargada y pasará a ser propiedad del poderoso depredador. Entonces, el individuo, ¿es propietario de algo, o no lo es de nada?

Pero aquí no acaba el control del poderoso depredador sobre el individuo, hay algo mucho más valioso e importante que el depredador le ha quitado al individuo, y es su tiempo. El tiempo es lo más valioso que existe. Por eso el poderoso depredador se afana en acaparar la mayor cantidad de tiempo de los individuos que controla, porque si los individuos no son dueños de su tiempo, tampoco tendrán tiempo para pensar, para reflexionar y tomar consciencia de la situación en la que viven y de ellos mismos.

Si tú has llegado hasta aquí, posiblemente aún tengas la oportunidad de dejar de tener miedo, o incluso de dejar de permitir que te sigan quitando tu tiempo. Ahora la decisión es tuya, y tu tiempo también.


© 2017 José Luis Giménez




2 comentarios:

  1. Sin ese apego tan grande a las propiedades de todo tipo, no harian falta vallas ni prohibiciones ni racismo...y a la postre tantas injusticias.

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