Hay quien cree que el no hacer caso
a las injurias y calumnias emitidas por individuos deleznables es la mejor
solución al problema. Pero eso no siempre es así. Dependiendo del cómo, del
cuándo y el dónde, la injuria o calumnia no puede quedar impune. Y para
ilustrar lo que quiero expresar, nada mejor que contar una pequeña historia.
Había una vez una mujer despechada,
la cual había estado intentando por todos los medios atraer a un hombre
apuesto y el cual no le hacía caso.
Desesperada por los constantes
rechazos del hombre del que estaba prendada, urdió un plan para que, si no
podía conseguirlo ella, que no lo consiguiera nadie. Así que empezó a escribir
notas difamándolo en público, acusándolo de maldades y esparciendo todas esas
notas por la calle.
Apenas quedaba nadie en la ciudad
que no hubiese tenido conocimiento del contenido de dichas papeletas, por lo
que mucha gente que no conocía personalmente al injuriado y calumniado se
hicieron una imagen muy negativa de la persona, y con tan sólo con
escuchar decir su nombre, ya se imaginaban que tipo de mala persona debería de
ser.
El indignado, injuriado y calumniado
hombre, consiguió llevar a la mujer despechada ante el juez, y éste, ante la
prueba del delito, condenó a la mujer a recoger todas y cada una de las notas y
papeletas que había esparcido por toda la ciudad, calumniando al hombre que no
le había hecho caso.
La mujer, inquieta y ahora temerosa
de la justicia, le respondió al juez que ¡eso era imposible! Ya no podía
recoger todas las notas y papeletas que esparció por la ciudad, pues el viento
las fue esparciendo aún más y más... y ahora ya no sabía hasta donde habrían llegado.
Ante la respuesta de la condenada,
el juez le respondió: Pues igual que ahora ya no puede recoger y retirar todo
el daño que ha causado a este hombre, yo tampoco la puedo absolver; así que la
condenó a pagar una gran suma de dinero en concepto de daños morales, así como
a hacer pública la condena para que todos supiesen de la mala fe y bajeza
humana de dicha mujer.
Así pues, no basta con hacer caso
omiso a los injuriadores, calumniadores y trolls de las redes en Internet, pues
igual como en el caso de esta historia, las “papeletas” se han esparcido por
todo el planeta, puesto que Internet llega a cualquier parte del mundo. Lógico y
justo es que quien haya injuriado y calumniado pague las consecuencias hasta
sus máximas repercusiones.
© 2017 José Luis Giménez