domingo, 29 de enero de 2017

La selección natural


Desde el origen de los tiempos, la Madre Naturaleza, se ha mostrado partidaria de seleccionar a todo ser viviente; y ello tiene una razón muy lógica y práctica a la vez; y es que la energía y el tiempo son dos aspectos muy valiosos en la naturaleza de las cosas. Así, observamos como las plantas, los animales e incluso el Ser humano, como animal que también es, tienden a pasar por una determinada selección; ya sea de tipo natural, ya sea de tipo intelectual.

Y esto último lo podemos observar en la Historia de la Humanidad; Confucio, Buda, Pitágoras, Platón, Jesucristo... por poner tan sólo algunos ejemplos, fueron personalidades mucho más avanzadas intelectualmente al resto de sus congéneres. Fueron faros en la noche, que sirvieron de guía a los buscadores del conocimiento y la verdad.  

Ellos alimentaban intelectual y espiritualmente a un grupo selecto, a su círculo de adeptos, a sus discípulos. En la Era moderna ha venido sucediendo algo similar con aquellas personalidades que tenían algo importante que decir o compartir.

Personalmente siempre he creído que los conocimientos deben ser compartidos con todas aquellas personas que deseen ampliar sus capacidades intelectuales y avanzar o evolucionar como ser humano, a la vez que estén dispuestas a seguir compartiendo con otros lo que han recibido. Esta es mi creencia y mi voluntad.

Pero no es menos cierto que, el Maestro, tenía mucha razón cuando dijo aquello de: “No deis lo santo a los perros; ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”. O también esta otra máxima: “No está hecha la miel para la boca del asno”.

Ambas sentencias indican que lo sagrado, lo bueno, no está hecho para ser apreciado por gente estúpida, que no saben apreciar el verdadero valor o mérito de aquello que se les ofrece y que no deja de ser algo extraordinario y valioso por sí mismo.

Y esta sentencia me ha ido rondando sucesivamente en el pensamiento cada vez que he puesto de forma totalmente gratuita algunos de mis trabajos, reflexiones o colaboraciones. Y me pregunto una y otra vez, si no estaré intentando sembrar la semilla en terreno pedregoso y no apto para que enraíce; o si acaso quien no tiene nada valioso que compartir soy yo, y por eso mis trabajos no tienen la aceptación que creo se merecen.

Es cierto que hay mucha gente estúpida y desagradecida; lo he podido comprobar personalmente durante casi toda mi vida, y he comprobado cómo, en dichas personas, apenas se han producido cambios para mejorar, sino más bien todo lo contrario.

Y es por eso que me vuelve a la mente las máximas antes mencionadas, y me digo para mí que, aquellos maestros, ya sabían de esta situación mucho antes que yo, y por eso mismo decidieron que no tenían que “echar perlas a los cerdos”, es decir, perder el tiempo y las energías en personas estúpidas, empeñadas en no avanzar ni intelectualmente ni espiritualmente, sino seguir sumergidas en un mar de idioteces y absurdas pérdidas de tiempo. Y yo, sin ser maestro de nada, pero con cosas para compartir, siento que lo único que tengo de valor no se merece ser echado a los cerdos, pues hay personas que sí lo saben valorar y agradecer. Así pues, intentaré sembrar en terreno fértil y alejarme del terreno pedregoso, donde nada bueno puede crecer.

© 2017 José Luis Giménez

jueves, 26 de enero de 2017

No tengo tiempo...


Hace meses que Lázaro está postrado en la cama del hospital. Sufrió un paro cardiaco súbito, prácticamente murió en el acto, si no fuera porque le ocurrió cerca de un ambulatorio médico y le pudieron aplicar un desfibrilador, un pequeño aparato eléctrico popularmente conocido como un “resucitador”. Y es que en verdad, en este caso, lo resucitó.

Las enfermeras del hospital hacían bromas con Lázaro, diciéndole que le habían cambiado a Jesús por el aparato, pero que los tiempos cambian, y ahora los “milagros” son tecnológicos.

Él apenas podía decirles nada, le había afectado a una parte del cerebro y ahora tenía graves dificultades para hablar, ni siquiera podía mover bien los brazos ni caminar,  por lo que casi se había convertido en una especie de vegetal pensante.

Era curioso, se decía para sí continuamente... ¡ahora me sobra tiempo! Me paso todo el día pensando, aunque no pueda emitir palabra alguna, ¡no dejo de pensar...!

Y Lázaro se revolvía en su interior, gritaba aunque nadie lo escuchase, y acababa llorando de rabia, de impotencia...

Recordaba la veces que su hijo le llamaba cuando llegaba a casa, cansado del trajín del trabajo, y sólo deseaba sentarse en su sillón favorito a ver los programas deportivos de la televisión...

—¡Papá, papá...! mira que he hecho en el cole... —le decía su hijo Guillermo.
—¡Ahora no, Guille... mañana me lo enseñas, NO TENGO TIEMPO, estoy muy cansado!
—Pero Papá, mira... me han puesto un diez...
—¡Te he dicho que no! ¡NO TENGO TIEMPO! ¿Qué parte del NO, no entiendes?
—Guillermo hijo, deja a tu padre, está muy cansado y tiene problemas, mañana se lo enseñas... —le decía María, su madre.

Más tarde, en la habitación matrimonial, María, le recriminaba a Lázaro su actitud con su pequeño hijo...

—Desde luego..., podrías tener un poco de consideración con tu hijo...
—Mira María, no me vengas tú ahora con monsergas... bastante hago con trabajar todo los días más de 12 horas para manteneros...
—¡A no! Eso no, tú a mí no me mantienes... me obligaste a dejar mi trabajo en el despacho de abogados, porque decías que tenía que estar en casa para cuidar de nuestro hijo...
—Sí, excusas... siempre buscas excusas... ¡estoy harto de todos...!

Esa era la tónica de casi cada día, cuando no discutían por un motivo, era por otro; pero cada noche se iban a la cama de muy mal humor.

Al levantarse por la mañana, la situación no era mejor...

—¡María...!¿Dónde has puesto mi camisa nueva...?
—La tenía para planchar... pero al final se me olvidó anoche... Guillermo empezó a llorar y tuve que estar por él...
—¡No sabes educar a tu hijo! Lo malcrías y al final parece una niña llorona...
—¡Eres muy cruel...! ¿Lo sabes...?
—¡Déjate de leches y dame la camisa aunque esté sin planchar!, voy a llegar tarde y el cabronazo del jefe me tiene “enfilado”.

Lázaro salió de su casa hecho una fiera, cogió su coche y salió disparado como si estuviera en la carrera de Indianápolis. Se conocía casi todos los semáforos de su calle, y si no aceleraba, los pillaría todos en rojo. Así que aceleró... pero delante de él tenía a un “pisa huevos”, como él llamaba a los conductores lentos, el primero lo pillo en ámbar, pero el segundo ya estaba en rojo cuando lo pasó... y ¡zas! El agente de tráfico lo cazó saltándose el semáforo en rojo.

De nada le valieron las excusas de que llegaba tarde y lo iban a despedir... la impasibilidad del agente y su respuesta de que “ese no era su problema, y que si se hubiera levantado antes no le habría pasado”, aún puso más rabioso a Lázaro. Se negó a firmar la denuncia, como si eso le fuese a librar de la sanción...

Como era de esperar, Lázaro llegaría tarde. Casi siempre llegaba tarde, y casi siempre recibía la bronca de su jefe.

Pero él le echaba las culpas a los demás de todo lo que le sucedía. Se decía a sí mismo que si no había dormido bien era culpa de su mujer que lo hizo enfadar, que luego no le tenía preparada la camisa, que además los semáforos estaban mal sincronizados, y encima ese agente de tráfico que sólo estaba para poner multas...

Aquél día, además de la bronca de su jefe, le anularon el único pedido que había conseguido en toda la semana. Y es que con tantas cosas en su cabeza, ni se acordó que tenía que llamar al cliente para confirmarle la fecha de entrega. ¡Todo un desastre!

Lo peor de todo, es que esta situación se repetía con demasiada asiduidad. Hasta tal punto, que a Lázaro ya no le importaba casi nada... sólo se sentía bien recluyéndose en sus programas deportivos favoritos de televisión o en los nuevos juegos que había descargado en su nuevo “smartphone”, mientras se fumaba un cigarrillo tras otro.

Para añadir más “dinamita a la mezcla explosiva”, Lázaro, empezó a comer compulsivamente. Se pasaba todo el día “picando” y hacía mucho tiempo que apenas iba un día al mes al gimnasio, a pesar de que la cuota que pagaba era para estar en el mismo todo el día.

Ahora no podía ir al gimnasio, ni podría ir siquiera  a trabajar, y lo que era peor, no podría hablar con su hijo ni con su mujer... Ahora sólo tenía tiempo para pensar, para tomar consciencia de cómo había estado desperdiciando su vida y dejando de disfrutar de su familia, de los seres que más quería.

Pero no todo estaba acabado, aún estaba vivo, sí; era más parecido a un vegetal, pero seguía vivo, y si la vida le había dado la oportunidad de recuperar lo que había dejado abandonado, ahora tenía el tiempo necesario para hacerlo.

Esa idea fue la fuerza que Lázaro necesitó para ir recuperándose poco a poco, lentamente, pero con paso firme y decidido. Ahora sabía qué era lo que realmente valía la pena de la vida, y estaba dispuesto a hacer todo lo que fuera necesario hasta conseguirlo.

Así fueron pasando los meses... ya hace más de tres años de su “infarto”, el que le salvó la verdadera vida.

Lázaro ha empezado a escribir, y me ha remitido esta carta para que la comparta en mi blog, en todos los blogs de quienes quieran encontrar una respuesta a su situación.

El estrés de hoy día es el causante de más muertes que los accidentes de tráfico, es responsable de las enfermedades más invalidantes y crónicas que se conocen, y el que hace que tu vida carezca de sentido si sigues con él. Abandona el estrés y ama la vida. No importa si no llegas a ser famoso, si no te elijen como el empleado del mes, si no saben reconocer tu valía. Tú sí que sabes lo que vales, y no necesitas demostrárselo a nadie más.

Pero lo que no debes hacer jamás, es olvidarte de tu familia, de los tuyos, de los que sí te aman, seas como seas, porque te quieren tal como tú eres. Quien no te quiera tal como eres, no te conviene.

Espero y deseo que a partir de ahora no vuelvas a decir que “NO TENGO TIEMPO” para quien te quiere, para quien te necesita, para aquellos por los que sí vale la pena vivir la vida. ¡Vívela!

© 2017 José Luis Giménez






jueves, 12 de enero de 2017

La colmena



Las asociaciones o sociedades, se establecen como medio de optimizar los recursos existentes con el fin de desarrollar la existencia de la especie con las mayores garantías de éxito en su propia evolución.


Un ejemplo muy ilustrativo lo tenemos en las comunidades de las hormigas o las abejas, quienes se organizan en las colmenas, de manera que cada individuo tiene unas obligaciones y derechos determinados.


El ser humano es un animal gregario por naturaleza, y necesita de una organización social para conseguir una existencia vital cómoda, que le permita disponer del tiempo necesario destinado a la evolución espiritual, pues de no ser así, el hombre, no pasaría de ser un animal más, producto de la Naturaleza.


Pero la Naturaleza, ha provisto al ser humano de la capacidad de discernir, de razonar y hasta de manifestar su divinidad, siempre que sea capaz de alcanzar el estatus emocional de consciencia que le permitirá descubrir su esencia.


Aun así, hay quien no desea avanzar en su evolución, posiblemente a causa de verse aquejado de una grave enfermedad mental: la ignorancia.


No todos los animales existentes en la Naturaleza poseen la capacidad de razonar, es decir, de sacar conclusiones a través de la experiencia. Pero en el caso del ser humano sí está capacitado para hacerlo. Lo incomprensible surge cuando, el hombre, a pesar de experimentar y de conocer la situación por la que está pasando y, por lo tanto, intuir claramente sin ninguna duda el resultado final, permite que ocurra, cuando, hasta el animal más simple, defiende su estatus y su existencia hasta la muerte si llega le caso.


Pero los acontecimientos más recientes en la sociedad actual, nos demuestran que, conforme más avanza el nivel tecnológico en la sociedad humana, menor es la capacidad de discernir los resultados de las acciones de sus gobernantes, o cuando menos, se da la paradoja de que, a mayor capacidad tecnológica, menor avance espiritual o solidaridad social.


Y es que, en la colmena, cada individuo conoce perfectamente cuál es su papel. La abeja reina se pasa toda su existencia siendo alimentada por las obreras, mientras que éstas, así como la propia reina, es defendida de cualquier ataque externo por las abejas soldados. Las abejas machos simplemente tienen la función de fecundar a la reina, y una vez han cumplido con su misión, mueren. Pero la reina, cumple con su misión, y engendra y pone miles y miles de huevos, que las abejas obreras se encargarán de custodiar y alimentar.


Como vemos, este tipo de organización, hace posible que la colmena sobreviva en el espacio y el tiempo y que, cada individuo, cumpla con su función.


El ser humano, observó el funcionamiento de la Naturaleza, y vio que ésta le indicaba el camino a seguir, si quería evolucionar como especie y sobre todo, a nivel espiritual; pues el ser humano no es un ser cualquiera, no es un animal más o, por lo menos, posee la capacidad de no limitarse a ser un animal más. Pero claro, para ello, necesita de cierta organización social, que le permita disponer del tiempo necesario destinado a su evolución espiritual. Y es aquí donde entra el papel que cada individuo debe desarrollar en la sociedad.


En la sociedad humana, y tomando como ejemplo el símil de la colmena, el papel destinado a la reina, bien podría compararse al de los gobernantes, ya sean reyes, políticos, o cualquiera otra condición elegida democráticamente y destinada a servir a la sociedad. Pero eso sí, deberán cumplir estrictamente con su función. El problema, el grave problema, surge cuando ni la abeja reina, ni la abeja soldado, cumplen con su obligación: la primera, en dedicar por completo su existencia en la procreación de nuevos miembros para la colmena, pues si deja de poner nuevos huevos, los miembros de la colmena cada vez serán menos, y por tanto, ni siquiera ella misma podrá ser alimentada, ni tener los “machos” o zánganos que la fecundarán. Lo mismo ocurrirá con las abejas soldados, quienes no podrán defender a la colmena de un ataque exterior, ya que serán muy reducidas en número y, además, no estarán bien alimentadas. La abeja trabajadora, en cambio, deberá trabajar más y más, producir más y más miel, pues la necesidad de la abeja reina no disminuye por el hecho de poner menos huevos, y las abejas soldados deben seguir protegiendo los intereses de la abeja reina. En conclusión: la colmena tiene los días contados.


Dice un refrán popular: “La avaricia rompe el saco”. Y así es, la avaricia, unida a la estupidez de quien se cree poderoso, sólo por haber sido más “avispado” a la hora de mentir, de manipular y de corromper o prevaricar con los poderes fácticos, en su propio beneficio o de sus allegados, y a expensas y en detrimento de los derechos de los demás, únicamente puede llevar a la colmena al desastre, a la ruina, a su desaparición. Es por eso que, cuando la abeja reina ya no cumple con su misión, debe ser relevada de su puesto de forma inmediata, poniendo a una nueva abeja reina que sí cumpla con su deber. De igual forma deberá ocurrir con las abejas soldados que han descuidado la defensa de la colmena, en beneficio único de la reina, pues sabido es que reina puede ser cualquiera de los huevos preparados para ello, pero sin abejas obreras que fabriquen la miel, el alimento de todos; nadie en la colmena podrá sobrevivir.


José Luis Giménez

lunes, 9 de enero de 2017

La pastilla de la felicidad


Estás mal, te sientes mal, ves que las cosas no van bien... y entonces decides hacer algo para paliar dicha situación... ¡Jugar al Candy Crush, Zombie Dash, o al Tetri Blitz! Por poner sólo unos ejemplos.

Y sí, no soluciona nada de tu complicada situación, pero te evades por unos minutos, quizás horas, días, semanas, o lo que es peor... algunos llevan varios años evadidos...

Si se les pregunta por qué están todo el tiempo jugando a dichos juegos virtuales, te responden que cada cual emplea su tiempo en lo que le da la gana..., otros dicen que así no tienen que pensar en cómo buscar una solución al problema... que sea lo que tenga que ser... (Es decir, meter la cabeza bajo la tierra, como hace el avestruz), otros simplemente no dicen nada... no te oyen, siguen jugando.

Evidentemente, ningún problema se resuelve tomando las actitudes antes mencionadas. Los problemas no siempre tienen solución, pero siempre hay que intentarlo, porque si no se intenta, entonces seguro que no tendrá nunca solución.  

El hecho de quedarse en “Stand by” (anglicismo que en español significa: estar en espera), tampoco va a solucionar nada. Nada se soluciona sin hacer nada (aunque esta sea la postura favorita del actual presidente del gobierno).

Así que, cuando los “poderes fácticos” perciben que el público (ya no es necesario llamarlo Pueblo, ni ciudadanía, quizás su mejor calificativo es el de consumidor), es decir, el consumidor, parece despertar de su letargo y empieza reclamar sus derechos, es la hora de sacar al mercado otra nueva “pastilla de la felicidad”, que no es más que otra manera de conseguir que el “público consumidor”, siga en “Stand by” o durmiendo el sueño de los ignorantes.

Mientras el público consumidor siga adicto a las diferentes “pastillas de la felicidad” (video juegos, fútbol, programas de televisión específicos para idiotizar al televidente, casinos, y todo aquello que tenga que ver con la distracción de la mente), todo seguirá bajo control. Únicamente hay que vigilar de que el público consumidor no se despierte, que siga dormido, ignorante. Que continúe participando del “juego democrático” (unos de los juegos más sutiles que existe), votando a los sátrapas y políticos corruptos puestos por los poderes fácticos, reunidos todos ellos en el Capital.

Ahora nos encontramos en uno de esos momentos en que, los juegos destinados al público consumidor, ya no satisfacen a todo el mundo; algunos ciudadanos incluso han empezado a despertarse del sueño de la ignorancia, y quieren exigir sus derechos.

En este estado de cosas, los poderes fácticos lo tienen mal, porque cuando se les presentaba una situación similar, siempre lo solucionaban con alguna guerra que otra. De hecho ya lo están haciendo desde hace décadas... sólo que el público consumidor ya se conoce bien ese juego, y cada vez va a resultarles más difícil a los poderes fácticos seguir “distrayendo” al público consumidor.

Sí, ya sé, han estado fabricando armamento bélico durante muchos años... y eso hay que venderlo; por lo que es necesario crear tantas guerras como sean necesarias para consumir dichas armas, hasta agotar el stock. Y es que mientras sigan existiendo fábricas de armamento, por fuerza seguirán habiendo guerras. Esto es totalmente lógico y evidente. Ningún capital se invierte en fabricar armas para matar, si no es porque previamente se han asegurado de que habrá guerras. Y las guerras se pueden provocar muy fácilmente: conflictos religiosos, territoriales, racistas, etc.

Es por eso que los poderes fácticos necesitan que el público consumidor siga tomándose su pastilla de la felicidad, porque sin dicha “pastilla de la felicidad”, ellos (los poderes de facto) no conseguirían sus fines, ya que el Ser Humano posee la capacidad de raciocinio, siempre que su mente no esté intoxicada por ese tipo de “pastillas de la felicidad”.

© 2017 José Luis Giménez