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jueves, 16 de febrero de 2017

Más que una mascota


Mientras que humanizamos a nuestras mascotas, nos deshumanizamos a nosotros mismos. Las cosas nunca son lo que parecen, así como evitamos parecer lo que realmente somos.

Que un hombre hecho y derecho exprese su sensibilidad, para algunos puede parecer que pierde hombría.

¡Los hombres no lloran! Eso era lo que recuerdo que me decían desde mi más dura infancia (no uso el tópico de “tierna infancia”, porque no lo fue).

Pero yo lloro... ¡y mucho! Y soy un hombre.

Lloro cuando veo esas horribles y crueles imágenes de niños desnutridos, al borde de morir de hambre; de esos niños que mueren como consecuencia de los tan consabidos “daños colaterales” de las guerras provocadas por intereses espurios, sin darles una sola oportunidad; lloro cuando veo a ancianos solos, abandonados y desvalidos; lloro de impotencia ante cualquier acto criminal cometido contra un inocente indefenso. Y ahora, también lloro por mi querida Lluna, mi niña bonita, mi tigresa, mi gatita de preciosos ojos azules.

Quien no tenga un “animal de compañía” o mascota (que no sé por qué se intenta buscar un calificativo por no decir que es una parte más de tu familia), quizás no entienda mi actuación, o simplemente piense que soy otro más de esos “animalistas” sensibleros.

Pero la realidad, les guste o no, es que no se trata de una simple mascota, es mucho más. Es una extensión de ti mismo, es ese amigo al que le puedes confesar lo que a nadie más dirías; es quien te da siempre la bienvenida cuando llegas a casa, quien te saluda por las mañanas cuando te levantas, quien te acompaña en el desayuno, en la comida y en la cena, es quien se acuesta a tu lado en las noches frías, para darnos calor mutuamente, es quien te esconde los calcetines y te los trae al cabo de tres días, cuando ya no los buscas; es quien te caza una bolsa de chuches o de caramelos, y te las trae toda orgullosa por haberlos “cazado” para ti...

Y ahora ya no está... ya no la volveré a oír maullar más... avisándome que ha cazado algo para mí... ya no me encontraré todo un reguero de calcetines por el suelo, indicándome el camino a seguir hasta la “presa” (los caramelos de colores, que tanto le gustaba cazar).

Se fue hace dos días, el día de San Valentín, el día del amor.... dicen...

Quería haberle escrito antes, pero no podía... Aún sigo llorando, llevo tres días sin poder dejar de llorar. ¡Y ni siquiera sé a quién echar la culpa!

Sólo me queda seguir recordándola tal como cuando era feliz, y desear que si existe un cielo de “mascotas”, cuando me muera me dejen estar con ellas, porque nuestras mascotas, nuestros animales de compañía, son mucho más que eso, son una parte de nosotros, como lo son nuestros hijos, pero además son fieles y nobles. Por eso ahora estoy de duelo.

Tus “hermanos” el Nene y Maya notan su ausencia, y también te echan mucho de menos. El Nene, el gatito blanco, ahora hace lo que hacías tú, y viene a saludar por las mañanas como si fueses tú, la perrita Maya se sube a las rodillas tal como tú hacías...  Y aunque entre todos intentamos llenar ese vacío que nos has dejado, nunca se podrá llenar, porque tú Lluna, has sido mucho más que una mascota.

Mi querida Lluna, nos has dado mucho más de lo que nosotros te hayamos podido dar a ti. Nunca te podremos olvidar, porque siempre vas a seguir viva en nuestros corazones, como una parte más de nuestra familia que has sido, eres y serás.

16 de febrero 2017

José Luis Giménez