jueves, 12 de enero de 2017

La colmena



Las asociaciones o sociedades, se establecen como medio de optimizar los recursos existentes con el fin de desarrollar la existencia de la especie con las mayores garantías de éxito en su propia evolución.


Un ejemplo muy ilustrativo lo tenemos en las comunidades de las hormigas o las abejas, quienes se organizan en las colmenas, de manera que cada individuo tiene unas obligaciones y derechos determinados.


El ser humano es un animal gregario por naturaleza, y necesita de una organización social para conseguir una existencia vital cómoda, que le permita disponer del tiempo necesario destinado a la evolución espiritual, pues de no ser así, el hombre, no pasaría de ser un animal más, producto de la Naturaleza.


Pero la Naturaleza, ha provisto al ser humano de la capacidad de discernir, de razonar y hasta de manifestar su divinidad, siempre que sea capaz de alcanzar el estatus emocional de consciencia que le permitirá descubrir su esencia.


Aun así, hay quien no desea avanzar en su evolución, posiblemente a causa de verse aquejado de una grave enfermedad mental: la ignorancia.


No todos los animales existentes en la Naturaleza poseen la capacidad de razonar, es decir, de sacar conclusiones a través de la experiencia. Pero en el caso del ser humano sí está capacitado para hacerlo. Lo incomprensible surge cuando, el hombre, a pesar de experimentar y de conocer la situación por la que está pasando y, por lo tanto, intuir claramente sin ninguna duda el resultado final, permite que ocurra, cuando, hasta el animal más simple, defiende su estatus y su existencia hasta la muerte si llega le caso.


Pero los acontecimientos más recientes en la sociedad actual, nos demuestran que, conforme más avanza el nivel tecnológico en la sociedad humana, menor es la capacidad de discernir los resultados de las acciones de sus gobernantes, o cuando menos, se da la paradoja de que, a mayor capacidad tecnológica, menor avance espiritual o solidaridad social.


Y es que, en la colmena, cada individuo conoce perfectamente cuál es su papel. La abeja reina se pasa toda su existencia siendo alimentada por las obreras, mientras que éstas, así como la propia reina, es defendida de cualquier ataque externo por las abejas soldados. Las abejas machos simplemente tienen la función de fecundar a la reina, y una vez han cumplido con su misión, mueren. Pero la reina, cumple con su misión, y engendra y pone miles y miles de huevos, que las abejas obreras se encargarán de custodiar y alimentar.


Como vemos, este tipo de organización, hace posible que la colmena sobreviva en el espacio y el tiempo y que, cada individuo, cumpla con su función.


El ser humano, observó el funcionamiento de la Naturaleza, y vio que ésta le indicaba el camino a seguir, si quería evolucionar como especie y sobre todo, a nivel espiritual; pues el ser humano no es un ser cualquiera, no es un animal más o, por lo menos, posee la capacidad de no limitarse a ser un animal más. Pero claro, para ello, necesita de cierta organización social, que le permita disponer del tiempo necesario destinado a su evolución espiritual. Y es aquí donde entra el papel que cada individuo debe desarrollar en la sociedad.


En la sociedad humana, y tomando como ejemplo el símil de la colmena, el papel destinado a la reina, bien podría compararse al de los gobernantes, ya sean reyes, políticos, o cualquiera otra condición elegida democráticamente y destinada a servir a la sociedad. Pero eso sí, deberán cumplir estrictamente con su función. El problema, el grave problema, surge cuando ni la abeja reina, ni la abeja soldado, cumplen con su obligación: la primera, en dedicar por completo su existencia en la procreación de nuevos miembros para la colmena, pues si deja de poner nuevos huevos, los miembros de la colmena cada vez serán menos, y por tanto, ni siquiera ella misma podrá ser alimentada, ni tener los “machos” o zánganos que la fecundarán. Lo mismo ocurrirá con las abejas soldados, quienes no podrán defender a la colmena de un ataque exterior, ya que serán muy reducidas en número y, además, no estarán bien alimentadas. La abeja trabajadora, en cambio, deberá trabajar más y más, producir más y más miel, pues la necesidad de la abeja reina no disminuye por el hecho de poner menos huevos, y las abejas soldados deben seguir protegiendo los intereses de la abeja reina. En conclusión: la colmena tiene los días contados.


Dice un refrán popular: “La avaricia rompe el saco”. Y así es, la avaricia, unida a la estupidez de quien se cree poderoso, sólo por haber sido más “avispado” a la hora de mentir, de manipular y de corromper o prevaricar con los poderes fácticos, en su propio beneficio o de sus allegados, y a expensas y en detrimento de los derechos de los demás, únicamente puede llevar a la colmena al desastre, a la ruina, a su desaparición. Es por eso que, cuando la abeja reina ya no cumple con su misión, debe ser relevada de su puesto de forma inmediata, poniendo a una nueva abeja reina que sí cumpla con su deber. De igual forma deberá ocurrir con las abejas soldados que han descuidado la defensa de la colmena, en beneficio único de la reina, pues sabido es que reina puede ser cualquiera de los huevos preparados para ello, pero sin abejas obreras que fabriquen la miel, el alimento de todos; nadie en la colmena podrá sobrevivir.


José Luis Giménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario